sábado, 29 de octubre de 2011

ROGELIO RAMOS SIGNES (SAN JUAN, 1950)





1.      ¿Qué objetos te acompañaron toda tu vida?

Una fotografía de quinto grado con mis compañeros de la Escuela Nacional Nº 109 de la ciudad de San Juan.
Un dominó de cartón con los personajes de Walt Disney que guardo desde la infancia, que también disfrutaron mis tres hijos, y que continúa milagrosamente completo.
Una edición económica del libro El pájaro azul, de Maurice Maeterlinck, que perteneció a mis dos hermanas mayores.
Mi guitarra fabricada por el luthier español Morales.

2.      ¿Sentís presencias, voces, músicas del trasmundo?

Presencias, voces y músicas del trasmundo son en síntesis los elementos que percibo, dando vueltas alrededor; sobre todo cuando me pongo a escribir. A las presencias voy pescándolas de los sueños y dándoles pequeños roles en alguna narración de la siguiente vigilia. Creo que esas presencias vienen a supervisar si el movimiento de mis manos tiene algo que ver con las órdenes que presuntamente impone mi cabeza. Las voces, en cambio, provienen del vecindario; vivir en un departamento trae sus problemas, y la lengua coloquial tarde o temprano ocupa su espacio cuando estás poniéndote hermético en la escritura. Y las músicas de trasmundo son las que marcan el “tempo” de la modesta literatura que puedo producir.

3.      ¿Qué pensás de la rosa, los anillos, el mar y los tatuajes?

Desde la Rosa Rosa  hasta la Rosa de Lejos (pasando por la rosa que Milton acercó a su cara) me quedo con cualquier otra flor.
Los anillos no me gustan. No me gustan los metales aprisionados en el cuerpo (amantes del piercing, abstenerse), y tampoco aprisionándolo. Creo que no llegué a usar ni siquiera un día mi anillo de bodas.
El mar me atemoriza. Me cuesta, sin encresparme, imaginármelo de noche. Su terrible inmensidad. Su mundo de otro mundo, pero aquí.
Los tatuajes me son totalmente indiferentes e innecesarios, salvo el trágico tatuaje del cuento “El marco” de Saki; texto al que vuelvo con cierta frecuencia.

4.      ¿Cuál es tu superstición?

Temo sinceramente que algún día pueda llegar a creer en Dios; esa es mi superstición.
Mientras tanto me muevo con parámetros más pequeños: creo (también sinceramente) en el poder de la homeopatía.
Y, algo que roza la cábala doméstica: cuando frente al televisor veo que mi equipo de fútbol (el glorioso Club Atlético Independiente) está en peligro, toco con el pulgar la unión entre la primera y segunda falange del dedo mayor de mi mano izquierda. Da resultado siempre. Aclaro: siempre que zafamos, da resultado.

5.      ¿En qué parte del cuerpo, el aire o el paisaje sentís la poesía?

Supongo que en las tres partes al mismo tiempo, aunque me resulta más fácil identificarla en relación con el paisaje. La palabra (base de la literatura, pero sobre todo de la poesía) se me planta delante, en medio de la ruta, cuando ya no puedo frenar. Mi cuerpo siente la colisión y me falta el aire. El paisaje es quien registra ese momento.

6.      ¿Escribís mientras escribís o antes o después?

Generalmente escribo cuando escribo. Antes de eso está la fascinación por la página en blanco, que es el momento más seductor de la escritura para mí. Luego del segundo paso (la escritura en sí, el pretexto, la huella digital) viene el retoque, el maquillaje, el negocio con el diccionario, el mercachiflerío, el pedestal imaginario que anticipa cualquier publicación.

7.      ¿Qué autores no releerías?

No releería a algunos poetas: Neruda, por ejemplo; las grandes parrafadas de Cardenal, y los artífices de la beat generation, salvo a Gregory Corso. Tampoco a los gauchescos, con excepción de Estanislao del Campo.
No releería buena parte de la narrativa latinoamericana de los 70: Vargas Llosa, Lezama Lima, Carlos Fuentes, las novelas de Cortázar (sólo las novelas), tampoco las de Scorza.
No releería los clásicos griegos; sí algunos latinos; y sí, definitivamente y cada vez que pueda, los del Siglo de Oro Español.

8.      ¿De los poetas que conociste cuál, cuales te parecieron que unían su vida a sus palabras?

Creo que Jorge Leonidas Escudero lo logra; Néstor Groppa, recientemente fallecido, también lo lograba; además de Francisco Gandolfo y de Alfredo Veiravé. De los que no conocí personalmente, siempre creí en la sinceridad de César Fernández Moreno, de Pedro Shimose, de Sam Shepard. Es posible que se me escapen varios.

9.      ¿Qué, quién, quiénes escriben en vos?

Los hijos de inmigrantes que me engendraron. Los que sufren sin darse cuenta el desierto sanjuanino del que provengo. A eso lo entendí cuando ya estaba en el subtrópico tucumano, lejos de esa síntesis desesperante que es el paisaje cuyano con telón de fondo en la cordillera. Escriben en mí los seres eternamente desesperados de amor, los insatisfechos, los románticos de cierta calaña, los enciclopedistas irredentos, los enviciados por la palabra escrita.

10.   ¿Vuelven algunas palabras, algunos temas o algunos climas?

Mi tema, sobre todo en narrativa, es la permanente lucha del hombre con la naturaleza, aunque muchas veces parezca estar hablando de otra cosa. En poesía, también; aunque ahí me permito sacar alguna interioridad que termino disfrazando y ocultando en el mismo paisaje. Es como en esos dibujos enmarañados donde hay que descubrir determinadas figuras ocultas.
Días pasados, y sin proponérmelo, descubrí que la absurda imagen de un hotel (o de una construcción aislada) en medio del desierto, es algo que viene acosándome. Está en dos novelas (en una como tema central), en un libro de poesía completo, y en varios poemas sueltos.
En lo que respecta a las palabras, hay muchas que siempre vuelven. Me fascinan algunas palabras y las uso sin pudor. Si alguien se tomara el trabajo de leerme, tal vez las encontraría con relativa facilidad. Por ahora prefiero sintetizar todo eso en una: ensimismar. Se necesitan tres vocablos para formarla: la preposición “en”, el pronombre personal “sí”, y el adjetivo “mismo”. Una vez que se acoplan los tres, se crea un verbo que es casi una pintura de interioridad: ensimismar, “mirar hacia dentro”. No es poca cosa.

11.   En tu vida ¿la poesía como propósito, destino o circunstancia?

Siento que la poesía va bien como propósito, si me ubico en el lugar del lector. La poesía como destino, me suena a palabra hueca; no sé qué es el “destino”, como no sé qué es el “alma” o el “espíritu”; términos que no resuelven en mi cabeza una imagen valedera. La poesía como circunstancia, en cambio, sí tiene algo que ver conmigo. Como también escribo cuentos y novelas y ensayos, suelo decir que los géneros no me desvelan; que lo que me interesa es resolver un texto. Entonces sí cobra valor la poesía como circunstancia, como necesidad de determinado momento. Si a eso le sumamos que creo que la poesía es el más autobiográfico de los géneros (pura intemperie), es ella la que produce el accidente del cual surgirá la palabra disparadora.

12.   ¿Qué quisieras leer mañana, qué quisieras releer para siempre?

Mañana quisiera volver a leer algo con total inocencia, sin “deformación profesional”. Quisiera meterme en una novela, como en los años adolescentes, y olvidarme del paso de las horas. Ahora me recuerdo muerto de frío, con los dedos agarrotados saliendo apenas de abajo de las mantas para poder dar vueltas las hojas y seguir leyendo sin parar.
¿Qué quisiera releer siempre? La poesía de Góngora y de Quevedo, supongo; un extraño compendio de la desaparecida Editorial Anaconda, del año 46, llamado Los titanes de lo extravagante y raro, que encierra la totalidad de juegos literarios que podamos imaginar; las obras de Sarmiento y de Voltaire; los Nueve cuentos de Salinger; la poesía de Antonio Cisneros; y un libro indescifrable de Alfonso Calderón titulado Toca esa rumba, Don Azpiazu. También quisiera releer por cuarta y definitiva vez, al detalle, Don Quijote de La Mancha; tal vez como lectura final.

13.   ¿Qué pensás del romanticismo alemán?

Aunque no soy un experto en el tema, siento que estoy en deuda con esa corriente cada vez que, al escribir sobre todo poesía, el sentimiento se impone a lo racional que me había propuesto, e incluso a la técnica que había prefijado. No sé si releería a Goethe, pero si sé que cada tanto necesito revisitar algún poema de Hölderlin, preferentemente sus grandes elegías: Pan y vino, Quejas de Menón por Diótima o El archipiélago. Y, cosa curiosa, reflexionando para el libro El verso libre, de Ediciones del Dock, me descubrí reconociéndome como un romántico tardío. ¿Sería porque esa tarde escuchaba a Saint-Saëns y había entrado en clima?

14.   ¿El silencio, la soledad, la transparencia, el orden, adentro, afuera, a veces, nunca?

Cada una de esas cosas (a veces), solas o combinadas. Nunca todas. Nunca siempre.

15.   ¿Qué fue lo imposible?

Ver la caída de un imperio, tras la vuelta del ejército yanqui de la Guerra de Vietnam con la cola entre las patas.
La revolución socialista.
En literatura: superar a los maestros

16.   ¿La poesía es un arma cargada de futuro, pasado, eternidad?

Si es un arma, es un arma de modificación. No se entra y se sale de ella en iguales condiciones. En todo caso, si queremos ponernos trágicos, es un arma servida para una ruleta rusa.
Es un género cargado de pasado, para Borges. Pero esperar de la poesía futuro y eternidad sería de una petulancia insoportable.

17.   ¿La poesía es literatura?

Curiosamente, la poesía es poesía; parte de una literatura de la que emerge con brazadas de vida o muerte. Me resulta curioso escuchar a lo largo de los años (y sin posibilidades de que eso cambie) que, al presentar a algún pergeñador de palabras, se diga de él: “escritor y poeta”, como si producir poesía fuese algo que no corresponde a los escritores, sino a los ebanistas o a los podólogos. Lo malo es que quienes se expresan así, no se plantean el absurdo de lo que están diciendo. Y la nave va.

18.   ¿Qué lugar ocupa la poesía argentina en Latinoamérica y en la lengua castellana?

Un lugar importante, necesario. Hay poetas argentinos insoslayables a la hora de delimitar un corpus lírico. Lo mismo sucede con poetas de todos los otros países latinoamericanos, incluyendo los españoles.

19.   ¿Cuáles poetas argentinos te parece que deberían estar y no están?

Ignoro quiénes están y quiénes no. Supongo que deberían estar Escudero y Groppa (ya mencionados en otra respuesta), Bustriazo Ortiz, Pepe Campus, Néstor Silva, Manuel Inchauspe.

20.   ¿Alguien te llevó o fuiste solo a esa palabra oscura?

Fui solo, tanteando, como miope en un bosque cubierto por la niebla; tropezando, levantándome, recomponiéndome, completando y aliviando el equipaje al mismo tiempo. Eso sí, nunca pensé en la oscuridad de esa palabra. Siempre la vi luminosa, y me dejé encandilar por ella.

21.   Fuera de la poesía ¿qué campo del arte te interesa?

Todos. La música, la literatura en general, la pintura, la fotografía, el cine, la arquitectura. En ese orden, o en cualquier otro; pero siempre con la música en primer lugar. No concibo la vida sin música, por ejemplo. Necesito música en todo momento. Hago mío el ambage de César Fernández Moreno que dice: “Cuando la cabeza ya no quiere nada, todavía quiere música.”

22.   La poesía es una tarea del espíritu o una emanación de la historia ¿hay espíritu, hay historia?

Como no sé qué es el espíritu, y como eso de una emanación de la historia me resulta muy solemne, debería abstenerme de responder a esta pregunta. Pero siempre me queda la duda si en verdad entiendo lo que me piden.
Creo que la poesía es una rara tarea que acometemos sin proponérnoslo, algunas veces de manera caprichosa, algunas veces de manera necesaria. El receptor de poesía, en cambio (el que leerá, o no, el mensaje que metimos en la botella) tiene más que ver con lo fortuito, casi con los premios de una lotería entre macabra y banal.
Insisto: no sé qué es el espíritu. Y con respecto a la historia, siempre dudé que sea el registro de acontecimientos ocurridos alguna vez.

23.   ¿Cuál es la mayor dificultad en la relación existencia-poesía?

Tal vez en que la poesía no pueda materializarse; esté incapacitada para convertirse en un objeto; más allá de los esfuerzos de los concretistas y otros trabajadores de discursos alternativos.
En todo caso es enternecedor el empeño de la poesía por jugar en los límites de la imposibilidad.

24.   ¿Quisieras responder otras preguntas, quisieras hacer otras preguntas?

Una un tanto sarcástica: ¿Qué papel le adjudica a su labor de poeta en el conjunto de la vida social?

 



Publicó

Las escamas del señor Crisolaras (cuentos, 1983), Diario del tiempo en la nieve (nouvelle, 1985), En los límites del aire (nouvelle,1986), Soledad del mono en compañía (poesía, 1994), Polvo de ladrillos (ensayos, 1995), El ombligo de piedra (ensayos, 2000), En busca de los vestuarios (novela, 2005), Un erizo en el andamio (ensayos, 2006), La casa de té (poesía, 2009), Por amor a Bulgaria (novela, 2009), Todo dicho que camina (microrrelatos, 2009) y El décimo verso (poesía, 2011).

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